Los productores de vino generan cada año toneladas de residuos provenientes de la elaboración de sus proyectos vinícolas. Estos residuos (tallos, semillas, pulpa seca y pieles), conocidos popularmente como orujo de uva, acostumbran a terminar en la basura.
Pero no siempre. Hay bodegas que los usan para la destilación y elaboración de aguardientes y licores, o para la elaboración de los apreciados vinos brisados, tan populares en la Terra Alta.